Artículo publicado ayer martes, 07/07/2015, en La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

LA GRAN MEADA

Vale. Cada uno es dueño de hacer con su vida lo que le venga en gana, siempre y cuando no se haga daño al prójimo, claro está. Pero particularmente a mí no me ha convencido la foto ni la actitud de la nueva directora del Departamento de Comunicaciones del Ayuntamiento Barcelonés, la activista señora Águeda Bañón, con una postura callejera a falda levantada echándose una gran meada (tendría que decir micción por educación) como la catedral de Burgos, mientras la expresión de su poco agraciado rostro nos muestra tal risotada que, todo junto, luce más fea que Cuasimodo. Al ver tal fotografía, que se clavó en mi cerebro como un pincho de higo chumbo (púa de tuno) se me heló la respiración y me llevé un susto como mirar nuestro peso corporal en la báscula después de un año, pero mis células cerebrales trabajaron rápidamente tratando de interpretar aquella invasión a mis emociones serenas, pero las células me enviaron a hacer vidrio soplado porque a pesar del esfuerzo no lo entendía.

Parece ser que a la Águeda tal situación y exposición de su persona, embarazosa y escandalosa, le importa un rábano, y a su nueva jefa, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, menos aún. Dicen que la Bañón es licenciada en Bellas Artes y que hace más o menos una década fue la gran impulsora de cierto colectivo artístico llamado “Performance Porno” (movimiento nacido en Norteamérica allá por los 80 y que a mí no me ha dicho ni fu ni fa), donde no se amilanaba en mostrar con frecuencia en su blog posturas inmorales, desde enseñar su trasero con los pantalones bajados o sentada de modo chabacano (escarranchada), con falda y más inmoral aún. Y digo yo que si esto es Arte, que venga Dios y lo vea.

He llegado a pensar al verla y conocer su “historial artístico”, que posiblemente no tenga el don de la palabra y solamente pueda expresarse con meadas. Pero me pregunto dónde miccionará, porque no creo que al no saber verbalizar cuestiones políticas en público, en su despacho, en el de otros ediles o en el de la alcaldesa reaccione de tal guisa, porque entonces el Ayuntamiento tendría que pagar un extra más para contratar a alguien que la siga a cualquier parte con la fregona en la mano.

Soy consciente de que estoy muy poco ducha en esto de los campos políticos, pero lo que tengo claro es que a partir de ahora, y después de esta inmoral como grotesca exposición callejera, el Ayuntamiento de Barcelona no se atreverá a poner multas a aquellos que les apetezca hacer aguas en la calle cuando les apriete la vejiga urinaria. Supongo que otra cosa sería defecar, aunque después de esta guarrada lo mismo algún político saldrá haciéndolo, y a Belén pastores, porque ya se sabe que el mal ejemplo es perennemente como un virus que se extiende. Menos mal que siempre nos quedará París.

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