Artículo publicado ayer martes, 08/12/2015, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

LOS JÓVENES Y EL DEPORTE

Tener un cuerpo tonificado parece ser que es lo único que interesa mostrar a los jóvenes de hoy, bajo la presión de estar y sentirse perfectos, pero creo que llegar a poseer ese cuerpo excelso no es cosa tan fácil como que te salga un orzuelo y erradiques rápidamente esa infección por bacterias en el nacimiento de las pestañas aplicándote unas pasas despachurradas (escachadas) o una monedas de céntimos.

Sé de amigos que disfrutan un par de horas diarias haciendo deporte como quien goza de una buena ducha de agua caliente, pero servidora de ustedes, qué quieren que les diga, no nací para ello y tampoco le presté atención, ni siquiera cuando era jovencita, en que mi silueta tuviera aspecto de reloj de arena, que no sé si lo tuve porque no estaba interesada en mi persona pues desde los quince años ya andaba metida en la escultura y la pintura, que era lo único que me interesaba en ese momento. Particularmente a mí me encanta estar a gusto y relajada en mi hogar, dulce hogar, y en mis horas libres recostada sobre mi amado sofá y feliz como un marino que sólo se siente contento sobre las tablas de su navío.

Con el paso del tiempo, esto del deporte se ha convertido en una auténtica locura que en muchos deportistas su cuota de sufrimiento puede llegar al límite. Leí hace poco que en Estocolmo un muchachote guaperas y ligón, ebrio de vanidad y muy pagado de sí mismo, tenía el valor de pasar diariamente en su gimnasio hasta cinco y seis horas seguidas haciendo de todo: natación, pesas, bicicleta estática, cinta, boxeo y toda una retahíla de aparatos (y sabe Dios qué otras cosas tomaría) para conseguir y mantener su complexión de adonis, deseado por jovencitas desbordadas de amor o pasión por este tipo de hombres. Lo lamentable ha sido que este joven atlético no pensó nunca en hacerse un chequeo médico de vez en cuando y que le llevaran su historial clínico, para así hacer un adecuado uso de esos aparatos y de su cuerpo y no llegar al agotamiento, como parece que así ha sido.

Así es que confundiendo el valor con la osadía inconsciente, un día y en lo que el gato se arranca un pelo, cayó desplomado al suelo y fenecido al instante, pues aquel corazón que él creía de piedra no resucitó al pelotón de fusilamiento de tanto aparato deportivo. Pobre muchacho.

Y es que no hay que exagerar las cosas en cualquier camino que elijamos, porque aunque ya sabemos que no hay disciplina sin sacrificios, ciertas obsesiones pueden llegar a convertirse en un bombardeo psicológico y en una enfermedad con un mal rollo cuando se pasa de la raya. Al menos para mí, hace ya tiempo que mandé el deporte a Filadelfia y tan feliz que me siento, pues como dice la excelente actriz Meryl Streep, “la felicidad y el descanso son el mejor lifting”, y desde luego servidora no tengo ni una sola arruga en mi cara gracias a mi diván. Menos mal.

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