Artículo publicado ayer martes, 30/08/2016, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

MILLONARIOS CHIFLADOS

A veces pienso, viendo y oyendo cómo está este loco, loco, loco planeta, que ojalá existieran otros mundos habitados pero que no sean igual o peor que éste nuestro, porque es que ya vamos a la deriva, y a muchos nos tiene el corazón encogido la conducta humana, dado el asombro que nos produce ver y oír cosas y casos por ahí que casi nos provocan una descarga eléctrica de alta intensidad, porque asustan más que el grito de una mujer cuando se le cruza un ratón o una cucaracha.

Hace tiempo les hablé del chiflado noruego que dejó toda su rica herencia a su perrita, contrayendo incluso nupcias con ella y declarando en su delirio que era su gran amor ¡¿?!, que se entendía a las mil maravillas con ella y que incluso eran cómplices hasta con la mirada ¿?. Gente excéntrica, chalada y caprichosa la ha habido siempre, pero llegar a estos extremos es que ya están para camisa de fuerzas, porque no es de recibo que mientras medio mundo muere de hambre, estos chiflados anden sueltos y dándole menos valor al dinero que a un puñado de tierra.

Ahora ha salido otro demente, esta vez una señora americana, con el desvarío y la orden de que si ella toca a retirada antes que su amada gata siamesa, que sea ésta la hereditaria de sus tres millones de dólares ¡! para que “no le falte de nada”, con “niñera” a su servicio las veinticuatro horas del día, comida exquisita, veterinario semanal, cortador quincenal de sus pezuñas, cepillado de su hermosa pelambrera dos veces al día, masajes especiales y un etcétera tan largo y repulsivo como un vino con sabor a vinagre viejo. ¡Vamos, como para mandarla a hacer vidrio soplado!

Después de leer esta tremenda chifladura, creo que resulta innecesario decir que “el dinero no cambia a nadie, sólo lo descubre”, y que aunque sabemos que la luz y la oscuridad son intangibles, estoy segura de que en estos enajenados personajes, la oscuridad de sus despreciables sentimientos ha sido tan densa que la han podido palpar cuando ha penetrado en sus conciencias, importándoles un rábano tantísimos problemas como se acumulan en el mundo y que con su ayuda serían minimizados, si tuvieran buena voluntad y más cordura. Lo que está claro es que nadar en dólares y lingotes de oro no te hace más bueno ni más inteligente. Ay, Señor, qué pena, penita, pena…

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