Artículo publicado el 03/07/2007 en el diario La Provincia/DL


DE TODO UN POCO 

Donina Romero   

EL  MUNDO  ESTÁ  LOCO  SIN  DIOS          

       Si he decir la verdad, servidora de ustedes le tengo más miedo a este mundo loco, loco, que a los tambores de Fumanchú, porque hoy es un lugar para vivir que en nada se parece a la época de mi inocente niñez y mi sana adolescencia. Y es que es difícil sentirse buena, como recién salida de unos ejercicios espirituales, con esta agresividad ciudadana, viendo la sensación de descontento en los seres humanos, la incívica conducta de muchos conductores, la falta de respeto, el tuteo sin venir a cuento, la inmoralidad en el vestir, la violencia de género, la corrupción política, las familias desestructuradas, el sexo por el sexo, el empache de consumismo, el vivir sobre la brasa caliente del insulto en los medios de comunicación y con el grito en la boca cuando se conversa con razón o sin ella, la sonrisa congelada porque sonreír “ya no está de moda”, las prisas a la velocidad del viento o como un motor acelerado,  y casi todos complicados como un puzle y dejando a nuestro planeta Tierra adoquinado de violencias y desafectos… que me dejan el alma en los talones y al planeta triste como una planta sin flor.
         Y es que para plantarle cara a esta locura, a este mundo loco tan falto de fe y tan lleno de libertinaje, hay que buscar a Dios, porque así como no se puede vivir sin amor no se puede vivir sin Dios nuestro Señor, que es el Amigo fiel que siempre estará con nosotros hasta el final de nuestros días aquí, y luego por toda la eternidad. Y para ello hay que tener fe (el tesoro más preciado que poseemos). Y si no se tiene, pedirla arriba y buscarla, porque ya lo dijo el filósofo, “Despojad a la Humanidad del principio de la fe, y su historia no será superior a la de un rebaño de ovejas”. Y a Dios no se le puede encontrar en las ambiciones por el vil metal o por la cima de un cargo, o en un vivir dando puntadas sin hilo y soltando las amarras de la barca para dejarla a la deriva. A Dios no se le puede hallar en la soberbia, el orgullo, el desamor hacia los demás, en los valores morales y sociales disgregados, en el mundo de la carne, en las influencias perniciosas, en el alcohol y la droga…, porque  a Dios se le encuentra en una lucha ganada a pulso por hallarlo, en la meditación que siempre es fuente de paz y nos hace crecer, progresar y acercarnos más al Cielo. ¿No nos hemos afanado en nuestra niñez y adolescencia en ganarnos el amor de nuestros progenitores? Pues lo mismo tenemos que hacer por ganarnos el amor de Dios, aunque Dios nos ama incondicionalmente, pero ese esfuerzo hará que nuestra fe se nutra y se llene nuestro interior avanzando con gozo y alejándonos de esta vida insatisfactoria. Solamente hay que decirle “sí” a nuestro Señor, tener esperanza y pedírselo al Espíritu Santo, que vive dentro de nosotros desde nuestro nacimiento, y es contando con Él con quien podemos recibir esa corriente maravillosa de energía para llevar una vida cristiana. Y leamos la Santa Biblia, pero no al azar ni desordenadamente: leámosla desde el principio hasta el final para poder entenderla, porque ello hará que nos surja la fe en nuestro interior y nos alimente para todas las actitudes de nuestra vida.
         La vida física es temporal y el mundo un lugar temible con una humanidad desamorada. Pensemos entonces más en la otra vida que en ésta (la muerte no existe, es sólo una transición a otro lugar maravilloso en el que únicamente perdemos este envoltorio llamado cuerpo) y no olvidemos que cuanto más sufrimos aquí, en la tierra (“nunca se nos da más de lo que podemos aguantar”), y cuanto más bien hagamos a los demás, nos purificaremos el corazón para la entrada en el Reino de los Cielos. Ojalá podamos decir algún día, “yo ya no soy yo porque es Cristo quien vive en mí”. Que tengan un buen día.

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