Artículo publicado el 17/07/2007 en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO 

Donina Romero   
                                              EL  COLETERO 

         Hace un tiempo que se venden en los comercios unos coleteros de cabellos sintéticos que, además de recoger el pelo, te dejan un aspecto de bien peinada en lo que el gato se frota un ojo, y esto las mujeres lo hemos agradecido como agua de mayo, aunque a veces tales coleteros nos den  sustos y les tengamos más miedo que al fantasma de la ópera. Y me explico. Una entrañable amiga mía –guapa y elegante moza ella- que reside en la península, me vino una soleada mañana de este pasado mes de enero a hacer una visita para invitarme a la celebración de su cumpleaños por aquellos lares. Sentadas ambas dos en la terraza de mi jardín, charlábamos de una y mil cosas mientras tomábamos un café calentito como una pieza de ropa recién planchada, cuando de pronto, y en un movimiento de su cabeza, algo cayó desde allí sobre su asiento. Ni que decir tiene que la sorpresa fue mayúscula pues servidora no esperaba que, de súbito, un buen trozo de su pelo se desprendiera y cayera rápidamente por su espalda, como una piedra en vertical sobre el agua. Sorprendidas ambas, reímos con ganas al tiempo que le ofrecía una traba para que sujetara bien el coletero, pues podía ocurrirle de nuevo y en lugares más comprometidos. Ello me recordó un caso parecido, pero que me ocurrió a mí y hace de esto unos treinta años.
 Recuerdo que siendo muy jovencita y cansada de llevar mi negro pelo en una melena larga, me decidí a que me la cortaran dejando que hicieran con ella en la peluquería un hermoso postizo que me colocaba, con una sola horquilla, como precioso moño cuando mi pelo no estaba presentable, lo cual me sacaba de más de un aprieto. La verdad es que no sé a donde habrá ido a parar ese postizo, pero sí que recuerdo nítidamente la anécdota, y como creo que la risa es una vacuna efectiva contra la tristeza, aquí va lo que paso a contarles. Estaba servidora de ustedes en la consulta particular de un especialista del aparato digestivo y de carácter cerrado él como un sandwich envasado, acostada sobre una camilla ubicada al lado de una ventana entornada, cuando acabado el reconocimiento me incorporé para levantarme. Mi postizo, negro como el regaliz, y posiblemente mal enganchado a mi pelo, cayó súbitamente sobre la blanca sábana, dándole tal respingo al doctor que se revolvió como un gato, separándose rápidamente de mí como de una mosca verde, y acompañado de un grito que ni Tarzán de los monos lo habría emitido mejor, pero sin perder de vista el objeto de su asombro. Por supuesto que aquel momento fue impagable, pues el hombre creyó que alguna rata había saltado a la camilla desde la ventana, con lo que necesitó unos minutos para reponerse de tamaña impresión y cerrar su boca, que se le agrandó como integrar una terraza en un salón y casi se le disloca la mandíbula ante tal visión. Mi capacidad resolutiva funcionó una vez más y, ni corta ni perezosa y de modo instantáneo como el nescafé, recogí mi postizo con aparente despreocupación, volviéndomelo a colocar como si nada hubiera pasado, pero pensando que la próxima vez me lo sujetaría con chinchetas. Repuesto ya de su miedo y de su atasco de oxígeno (Coger resuello en canario) mientras me recetaba recuperado ya el equilibrio, quedó el hombre intermitentemente en estado meditativo y aspirando hondo, lo que me supuso que buscaba una relajación de su mente, cosa que me sorprendió pues aquel doctor, que físicamente era un ropero de cuatro puertas abierto, no me pareció nunca de naturaleza temeroso. Y es que a veces las apariencias engañan que es una barbaridad y lo que creemos que es no es: los que parecen valientes son unos cobardes y a la inversa,  los más callados suelen ser los más listos o los más tímidos unos ligones, por ejemplo. “That is the question”.
Feliz verano a todos, queridos lectores. Y hasta septiembre, si Dios quiere. Mientras, al querido lector que me eche de menos, podrá verme cantando mis propias canciones en mi página Web. Abrazos.
 

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