Artículo publicado el 29/01/2008 en el diario La Provincia/DLP


                                          DE TODO UN POCO
Donina Romero                      
                           EL  ELIXIR  DE  LA  LONGEVIDAD
 

He leído por ahí que el elixir de la longevidad ya funciona en ratones porque un grupo de científicos norteamericanos ha descubierto un gen que aplicado en estos animalitos les alarga la vida y por lo tanto también alargará la vida de las personas mayores de edad, y que además de aumentar el tiempo de la misma podría retrasar el debilitamiento de los huesos, la pérdida de tono muscular y el engrosamiento de las paredes arteriales. Estupendo para los ratones pero no sé si tan estupendo para estos humanos, pues no lo veo cargado de ventajas.
También es cierto que lejos de desanimarme, este descubrimiento ha creado en mí cierta magia hacia esa puerta abierta a mejorar el organismo de la raza humana pero, qué quieren que les diga, a mí particularmente se me hace indigerible este adelanto científico para vivirlo casi al otro lado del muro, o sea, cuando ya del cuerpo se ha fugado (jullona en c.) la juventud y las carnes están blandas como las cutículas bañadas en aceite templado o echando suertes a cara o cruz para que no les dé una pulmonía doble y se vayan al otro mundo en un estornudo. Porque, a ver: si les alargan la vida con estas tres cosillas para seguir disfrutando, por otra parte y hasta que el Creador quiera, de una hernia de hiato, de híper o hipotiroidismo, de digestiones pesadísimas con excesiva acidez gástrica, de sordera parcial o total, de cataratas oculares, Parkinson, Alzheimer, etcétera, (jodidos) dígame usted para qué quieren ese descubrimiento que les alargará más el sufrimiento propio y el de la familia. Al menos yo lo canalizo de este modo.
Sí que sería maravilloso que tales científicos jodelones mejoraran para estas edades la compleja maquinaria de la materia gris, o sea, las cañerías de la azotea: la confusa actividad mental, el dolor psíquico, el misterio del cerebro, que incrementaran la alegría y el buen humor que reducen los triglicéridos y son un excelente combustible que siempre lleva al positivismo y lo transmite a los demás, darles una mente perspicaz y receptiva…, en fin, “detalles importantes” que les sacaran de la trinchera del aislamiento, como si la  vida fuera un paréntesis cerrado. Y quizá insisto tenazmente en ello porque creo que un cerebro despoblado de reflexiones y percepciones está cercenado, como con un bisturí certero, y de nada le servirían tales descubrimientos.
Desde luego no soy la persona más indicada para cuestionar estos descubrimientos, pero estoy viva, las ideas son libres y la materia de la reflexión es la palabra, que por algo Descartes trituró el pensamiento del existir con su “cogito, ergo sum”: “pienso, luego existo”.  Y desde luego no es éste un asunto baladí, pues hemos nacido para morir y en medio está el vivir, aunque creo que a pesar de esos descubrimientos de la ciencia, la vida siempre será breve como una pompa de jabón… pero con aroma si estos científicos lograran quitarle a esas edades a  los humanos la introversión y la falta de vitalidad e hicieran que continuaran entregados totalmente a sus emociones y con una mente imaginativa, que el frío nunca descendiera hasta sus extremidades y que el calor subiera a sus inmersiones mentales para darle sentido a sus vidas y brindarles alegría. Deseo acabar este razonamiento subjetivo y personal diciéndoles que dos cabezas piensan más que una y, por consiguiente, mi punto de vista escéptico puede ser cambiado por otro punto de vista mejor razonado…, que de la discusión sale la luz. Que tengan un buen día.

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