Artículo publicado el 19/06/2007 en el diario La Provincia/DL


DE TODO UN POCO

Donina Romero

 

LA INSATISFACCIÓN

 

Resulta innecesario decir que la vida no es una cuestión de bailar valses cada día, o de que el buen humor nos aflore desde primera hora de la mañana, pero sí que debería ser un manantial de reflexiones que nos haga mejores seres humanos y, por supuesto, intentando que la insatisfacción -ese incumplimiento del deseo o del gusto- no nos haga más difícil la existencia en esta burbuja llamada vida, porque así como el café mancha los dientes, la antipática insatisfacción mancha el espíritu y da inseguridad al ánimo. Servidora de ustedes, a medida que me voy haciendo mayor, he ganado no sólo en edad sino en sabiduría y experiencia, lo cual me ha llevado a otra forma de encarar las cosas, sin intransigentes actitudes (aunque alguna queda), pero sí (y ésta que les voy a relatar es una) abiertamente reñida con las personas cuya dosis de insatisfacción supere lo razonable. Y aunque desde luego esta es una reflexión subjetiva y lo que les voy a exponer no es un tema de apasionadas discusiones, aquí va, olvidando mi voto de silencio (aunque el silencio también sea una forma de opinión), la historia de una mujer insatisfecha.

 

Tuve servidora, hace muchos años, a una conocida -que no amiga- que me dejó con su recuerdo, y no precisamente ejemplar, de evidenciar su desdén con ofendidos modales y dándole expansión a sus rabietas cuando algo o alguien la contradecía en sus deseos. Toda ella era un despropósito. Una mujer con dinero, cara de paipai y carácter variable como una funda de quita y pon que, dedicada exclusivamente al “dolce far niente” y con un desarrollo emocional poco saludable, se dedicaba a cambiar con cierta frecuencia el tapizado de sus muebles así como las destacadas cortinas, la renovación constante de edredones y cojines en los dormitorios, ordenando empapelar o pintar las habitaciones con la misma rapidez con la que el gato se frota un ojo, echando abajo los cuartos de baño y las griferías para sustituirlos por los más modernos y sofisticados materiales del momento, cortándose el pelo, dejándoselo crecer o jugando al hoy rubia, mañana morena. Y así un largo etcétera excesivo y desconcertante con el que parecía que se le aliviaban sus insatisfacciones como una pomada antiinflamatoria en un hematoma. Pero todo duraba lo que el diablo se arranca un pelo. Tenía ínfulas aristocráticas y dormía bajo un dosel, amén de querer siempre sobresalir como una cenefa con relieve, pues la satisfacción de verse como en un espejo de cuerpo entero era más fuerte en ella que una cerradura antirrobo.

 

Sus hijos y su esposo, un hombre abollado de tanto comer y con la baña rozándole los zapatos, se desvivían (pirraban en canario) por ella y la amaban y cuidaban con tanto esmero como a una mesa de hierro con tratamiento antioxidante, y como vestía antigua como una cocinilla de petróleo, le regalaban ropa de firma ¿? para que no lo estropeara en sociedad (encharcara en c.). O sea, que la señora, a pesar de tenerlo todo y ser mimada en su casa como la ropa en la lavadora tratada con Mimosín, no se encontraba bien consigo misma, cayendo en picado en las arenas movedizas de la insatisfacción y saliéndole el momento enojoso cuando algo no la dejaba contenta ni complacida. Hace mucho tiempo que le perdí la pista y espero por su bien y el de los suyos que haya cambiado, pues ese trastorno emotivo no sirve para nada y lo único que se consigue con él es que estorbe la calma interior como una ballena en una pecera. Afortunadamente, siempre he tenido un buen amueblamiento en la cabeza con respecto a las insatisfacciones y a no desordenar mi economía, y por ello me siento feliz como una reina en su trono (y mi mártir encantado), pues pienso que vivir al lado de alguien siempre insatisfecho debe ser tan molesto como dormir mal por culpa de un grillo. Y es que en estos casos, y para combatir el descontento, no hay nada mejor que una dosis de conformismo, que siempre es un buen refugio para el espíritu. Que Dios me los bendiga, mis hijitos…

 

Página consultada 986 veces