Artículo publicado en el diario La Provincia/DLP hoy 27/11/2007.


                                 DE TODO UN POCO
Donina Romero   
                          MUJERES  CON CARÁCTER
         Aún continúo cayendo en la sorpresa y  -por qué no decirlo-  en la indignación, cuando oigo decir por ahí que tal o cual señora es buenísima porque tiene un carácter suave como un almohadón de plumas y vocecita de gata criando más una tranquilidad pasmosa ante los avatares de la vida, con lo cual servidora de ustedes le diría a los de tal comentario que cojan la goma y borren pues “no es oro todo lo que reluce”, o sea, que ni son tan dulces como un bastón de azúcar ni tan ingenuas como el seis de enero. Y haberlas haylas. Eso sí, reinas de su trono, se meten en un cofre de oro cerrado con once llaves y que les llegue la oleada de bienestar con los brazos cruzados, o sea, marido que les resuelva todo porque a los ojos de éste ellas, “las suaves”, son dignas de que se les franqueen las puertas del Cielo. Quizá la mujer con carácter asuste un poco con su voz como el graznido de un cuervo (algunas), o con esas energías redobladas que nunca se desvanecen como el humo, más un aire severo en su rostro que ni puesto al bañomaría se alivia o descongestiona, casi como la “señorita Rotenmeller”.
         Pero ¡viva la mujer con carácter! que lleva metido a sangre la responsabilidad, el orden y el concierto, la mujer que no es capaz de gemir más de un “¡ay!” aunque se parta (escoñe en c.) por una ladera hacia abajo y se rompa (joda) el fémur, porque la mujer con carácter nunca tiene tiempo para sumergirse (margullar) en el dolor de una nadería, puesto que ella y la vida son inseparables como el lunes y el martes y hay que sacar la casa adelante, su personalidad es una rueda de fuego cuyas chispas tienden al curro, al ahorro,  a devanarse los sesos para hallar soluciones a cualquier problema ante los que no se enrolla como una cochinilla, a saber marcar distancias, a correr a marcha de tren para que le dé tiempo a todo, a enfrentarse a una injusticia ciudadana o a la protesta de un hijo rebelde y adolescente (galletón) y al mismo tiempo es tan amable como un enfermero que te pregunta de qué lado quieres la inyección. Y aunque parezcan más feas que la culpa, conozco a mujeres de fuerte carácter que, gracias a ello, han sabido encaminar a hijos torcidos, a hacer de un duro diez pesetas hasta el punto de  (aún sin laborar fuera de casa y con sus ahorros) ingresar dinero en una cuenta bancaria que estaba más calva que una sandía y gracias al esfuerzo de no dejar nunca el portamonedas limpio como un peeling ni a dar caprichos (antojos) innecesarios a los hijos.
Qué quieren que les diga, me gustan las mujeres con carácter, las que ponen cara de indio cheroqui a incívicos ciudadanos o mandan a algún impertinente (chinchoso) a hacer gárgaras a algún punto espacial, las que aguantan a maridos sosos como un baile de carnavales sin disfraces o tristes como un entierro de tercera y sin mando en el hogar, porque para ellas la familia es lo primero y nada la destruirá. Me gustan las mujeres de carácter fuerte que tienen un yo qué sé que es como un qué sé yo cuando asoman en la familia y fuera de ella la bandera de la paz con autoridad (porque ya sabemos que sin ley todo son tinieblas), las que levantan barricadas ante su fe cristiana y su criterio religioso y no permiten que su alma sea tratada como un juguete, las que no se quedan mudas (más calladas que un tuno) ante las injusticias sociales, las que ponen con decisión cerradura (fechadura) al consumismo, las que no son falsamente modestas, las que en momentos difíciles sacan fuerzas de donde sea para salir adelante, las que con esa lucha diaria ganada a pulso, y sin apergaminarse, se merecen el respeto de los demás, las que saben que pararse es morir (abicar) y no están dispuestas a ello porque ya lo dijo el poeta: “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Que tengan un buen día.  

 

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