Artículo publicado hoy, 04/11/2008, en el diario La Provincia/DLP

                                                  DE TODO UN POCO
Donina Romero
                              LAS BUENAS Y MALAS SUEGRAS II
         Ni “suegra” ni “madre política”. A servidora de ustedes ambas cosas siempre me han sonado más a sinónimo de “ogro” (“ogra” en este caso) que a una tierna familiaridad. Existe un refrán que reza que “una suegra se hizo de azúcar y amargó”, pero creo que exagera porque aunque tampoco quiero decir que tener una suegra sea algo festivo y dé tanta alegría como un hueso soldado, muchas tienen el corazón más grande que la caja, son dulces por naturaleza y llevan a rajatabla aquel proverbio chino, “no abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio”. Y en cambio otras suegras, más que una mujer, parecen un pelotón de fusilamiento con la artillería y la infantería juntas, incluidos los cañones, y se les tiene más miedo que al fantasma de la ópera.
         Las suegras estupendas como una chuleta sin hueso le ríen la interminable cadena de chistes de dos rombos al yerno, y respetan a ciertas nueras que hacen de pronto del silencio su refugio sin saber qué les pasa (antipáticas). Y conste que no estoy en pie de guerra contra nueras y yernos porque haberlos buenos haylos (mis yernos me han salido estupendos y aún no tengo quejas ni nuera) sino en defensa de las buenas suegras, mujeres prudentes, desprendidas de todo egoísmo y contenidas al hablar porque piensan que expresarse abiertamente (sin papas en la boca) es un riesgo que hay que evitar a toda costa para no herir susceptibilidades…, o por miedo a si con ese fallo se las deje colgadas como a una chaqueta en un galán de noche o las manden a especializarse en vidrio soplado. Las buenas suegras tienen siempre suficiente azúcar en la sangre para regalar, generosidad en los bolsillos y en los labios el consejo oportuno. Y digo yo que esta entrega, desprendimiento y amor por ofrecerles a todos una vida algodonada, ¿no se merece poner empeño por parte de los otros en ofrecerles dedicación, excusándolas de sus errores, despistes o arrebatos? Yo creo que hay que mimarlas. Y mimarlas mucho, porque con los años cuanto más blandas son más fácilmente se rompen, y estoy segura de que ellas recibirían como agua de mayo un paseo en coche o invitaciones al cine para superar sus días de tristeza (que también los tienen), dejarlas contar sus batallitas las veces que sean necesarias (que les encanta) y oírles cien veces que fueron muy guapas y tenían una cinturita de avispa (que la tuvieron), dejarlas cantar (aunque llueva) para que se sientan protagonistas como las cortinas de un salón porque esto les gusta más que un helado de pistacho, hacerles una manifestación de alabanza a sus “queques”, aunque los rebosen de pasas sin rabo, sorprenderlas con una bandejita de dulces y de tarde en tarde una merienda en la churrería…
         Las otras, las suegras que sacan a la malcriada que llevan dentro, las que tienen una dulzura más falsa que la sacarina, que les cantan las verdades hasta al lucero del alba como un ataque vikingo, las de mal carácter (mal tabefe”) y mirada torina, las que se echan de más, más que de menos, porque son incómodas como un mueble esquinero y tan agarradas que caminan empinadas (empenicadas) para no gastar las tapillas de los zapatos, pero que igualmente están para cuando se necesita su ayuda y echan una mano a los nietos con amor, también tienen un corazoncito que sufre y se pone nervioso como un manojo de cohetes (voladores) si a yernos y nueras les resbala su persona como una bolita de mercurio. Entiendo que hay yernos que se han endurecido en el servicio militar y no quieren saber nada de la suegra molestona, pesada u ofensora (chinchosa, pejiguera y faltona) ni tener de ella ni una foto de recuerdo porque no ligan juntos como el agua con la escayola, y les encantaría decirles, “¡adiós te digo y no llores!” porque aguantarlas les parece peor que quitar las manchas de cemento después de una obra, pero aunque sean más raras que un pan chino hay que amarlas como a las otras, porque son las madres de sus cónyuges y las abuelas de sus hijos. Así es que para los que tengan esta clase de suegras sólo puedo aconsejarles, ¡valor y al toro! ¿O es que acaso para algunos/as ser una buena suegra sólo significa tener la boca cerrada y el monedero abierto? Qué mundo éste…

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