Artículo publicado hoy, 23/10/2007, en el diario La Provincia/DLP


                                            DE TODO UN POCO
Donina Romero
                                   ¿MULTAR  POR  UN  PIROPO?
         Acabo de leer, y estoy impactada porque aún no he perdido la capacidad de sorprenderme, que un señor, de oficio albañil y de carácter estupendo como un congelador sin escarcha, andaba el hombre una mañana subido en su andamio colocando bloques, cuando acertó a pasar por allí una señorita con vertiginoso y exagerado escote y extremadamente feminista (según leí) y que al verla el macho en cuestión -que ya andaba más que aburrido de tanto bloque y tanto cemento-, le entró un ataque vikingo de alegría acelerándosele el ritmo cardiaco a una máxima de 180 pulsaciones por minuto. Y ni corto ni perezoso y aprovechando aquella panza de burro de agosto que le tenía el espíritu embajonado, le soltó un piropo a la damita creyendo que la misma lo iba a saborear como un revuelto de champiñones y espárragos trigueros. Pero hete aquí que la señorita, en lugar de sonreírle al culpable del madrigal, se dirigió al primer policía (guindilla en canario) que vio para denunciar a su pobre prójimo que, del disgusto, no se cayó del andamio porque los ángeles querubines y serafines son muy buenos y no permitieron que acabara sus días en el suelo por el golpe (toletazo).
         He de reconocer que cuando servidora era jovencita me faltaba un cuarto de hora para ser tonta (toleta), y los piropos me molestaban una barbaridad ya que me ruborizaban del color de la ciruela. Pero lo que son las cosas, como ahora veo que se me va la vida en un soplo y el final del horizonte cada vez lo tengo más cercano, me agrada que me echen un piropo mientras no tenga dos rombos…y aún así pensaría con humor que todavía servidora “mando las coles a la plaza”. Pero a lo que iba.  Creo que si la moza denunciante no quería piropos, con o sin rombos, no haber llevado tal escote de escándalo (que ya está bien con esto de los exagerados escotes de vergüenza en cualquier lugar y a cualquier hora) y sí tapadita, pues no sólo iría más decente y elegante sino que además no se constiparía. Y es que con estas delaciones de actitudes excesivamente feministas (por suerte no todas las feministas piensan igual), los hombres han perdido la gracia del tan español piropo y se han encerrado en una celda de aislamiento, cruzan los dedos o ponen el oído como los indios, en el suelo, para saber si lo que viene es una mujer y echarse a correr como un galgo delante de una liebre, porque hoy la mujer liberada, independiente o autónoma les parece más difícil que quitar las manchas de cemento después de una obra.
         Recuperando un recuerdo, hace ya mucho tiempo y yendo de compras con una de mis hijas, adolescente (pipiolilla) y tan bonita como cualquier jovencita de su edad, un chico pasó a nuestro lado mirando a mi niña con cierta lujuria pero diciéndome con un salero que no se podía aguantar, “señora, qué hija más linda tiene, se la cambio por una lavadora”. Naturalmente me reí, y como soy una “fan” de las bromas y del buen humor, le contesté con la misma gracia, “¿y por qué no por un piano, hijo mío? O al menos por una secadora, porque lavadora ya tengo”. El chico, un poco cortado por mi inesperada contestación (contesta), reaccionó de inmediato con un, “ahora cambio a la madre por lo que me pida”. Y reímos los tres, mientras con una mirada casi amiga nos decíamos adiós.
         Y es que las mujeres de hoy han olvidado su feminidad en este sentido. Y lo que se pierden ellas, las bobitas, porque como reza el dicho, “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio” y, francamente, creo que un bonito piropo siempre es de agradecer, sobre todo si a la mujer a la que le va dirigido el requiebro es cargada de espaldas porque tiene mucho pecho. Que tengan un buen día…

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