Artículo publicado hoy, 28/09/2010, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO
Donina Romero
EL EXAGERADO MARQUISMO
Qué cosas. Desde luego no escribo esto que les voy a explicar con ánimo de molestar (enroñar) a nadie ni de transmitir remordimientos o pesares, porque no hay que esquivar lo que a cada cual le gusta de la vida y todos somos libres de elegir. Simplemente es una opinión subjetiva en la que puedo estar equivocada, pero como el pensamiento es libre, aquí va mi concepto sobre este tema. No quiero decir que no me gusten los trapos como a cualquier mujer que se precie, pero vamos, que sacar fuerzas para salir una tarde de tiendas (un Vía Crucis para mí) y dedicarla para comprar ropa de marca y luego ir adornada de “todos” menos de uno misma, me parece de espesura mental por mi parte y como alejarme de una realidad para vivir una fantasía. Evidentemente es cierto que la ropa de firma es buena ropa y casi siempre sienta tan bien como un complemento vitamínico para el organismo, pero yo no entro en la frivolidad de ir de mujer-cartel ni en el juego de sólo comprar para exhibir sus nombres, aunque entiendo que si gustan los complementos como un bolso, cinturón, pañuelo, chaqueta, etcétera, de firma, se compre porque ha gustado, no porque lleve las siglas o anagramas de tal y tal, y si ello se combina con ropa bonita y de calidad sin firma, pero que siente bien y guste, mejor que mejor, porque la elegancia, el saber estar y la seguridad en uno mismo no la da el ir vestido de arriba abajo como una persona-anuncio, sino la personalidad y el toque coqueto e inteligente que cada uno/a le quiera dar, porque a veces con tanto marquismo se puede ir más fea que unas manos con el esmalte de uñas estropeado.
Y es que este tipo de ropa se ha convertido hoy en una efervescencia que va hasta casi el paroxismo para felicidad de sus fundadores, pequeños dioses que viven para la ganancia material y que han conseguido adoración de unos cuantos por la vía de la más absoluta comercialidad. Dejarse impresionar por estas casas y por esa nueva ola de nuevas marcas que van saliendo, es caer en el abismo del derroche (que no lleva consigo la libertad), de la infelicidad, la insatisfacción y, lo que es peor, la sensación de estar marginados si el euro no alcanza para esa “necesidad perentoria”, a veces más cara que amueblar un piso. Con frecuencia siento que pasar de largo ante esas tiendas que abusan (cogen la camella) de nuestra confianza es como salvarme de un naufragio, y me alegro de que con el mismo dinero que podía haber despilfarrado (esperrifiado) pueda luego adquirir varias prendas preciosas y combinarlas con gracia, que ya lo decía Moliére: “la fantasía y el buen gusto son una facultad del alma”, aunque entiendo que no todo el mundo posee ese don.
De todos modos, creo que no debemos caer en ese mundillo en el que si no vistes siempre así es que no te has rascado el bolsillo ni vas elegante. Hay cosas más importantes en la vida. Y aunque respeto y comprendo que cada uno es cada uno con sus cadaunadas, qué quieren que les diga, yo soy mucho más feliz con un pilot del número siete y un block para escribir. En fin, que siempre he pensado que esas prestigiosas firmas debían pagar al cliente por lucir y promocionar sus artículos y no al revés. Por ejemplo, a los futbolistas, nadadores y tenistas famosos les pagan millones de euros por lucir una pequeña marca de una firma conocida en la orilla de la manga de los polos, en las playeras o en las raquetas de tenis, por ejemplo, y así da gusto, claro. Pero esto es un juego, y qué le vamos a hacer. Que tengan un buen día.

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