Artículo publicado hoy martes, 07/12/2010, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO
Donina Romero
LOS ANÁLISIS DE SANGRE
Afortunadamente para mí, apretarme la goma en el brazo me salta la vena rápidamente, lo que gracias a Dios facilita el pinchazo, pero conozco a quienes encontrarles la arteria les hace sudar aceite. Andaba servidora de ustedes la semana pasada aguardando mi turno (la vez) para un análisis de sangre, y a mi lado un señor con cachorro y más colorado que un durazno pelón, no paraba con un tintineo nervioso del pie contra el suelo, mientras con los ojos cerrados parecía rezar esperando la muerte. Viendo su nerviosismo y queriendo tranquilizarle le pregunté, “¿usted va primero?”, contestándome, “sí señora, por desgracia, porque a mí no me coge la abuja la vena del brazo izquieldo sino la del derecho y con esfuerzo, y me pone muy nervioso ende que dicen “cierre el puño”, y al rato “abra el puño”, y yo no quiero abrislo porque me da mieo que al abrislo se me jeche p’a fuera la abuja y me tengan que cogé la jodía vena otra vez”. Y de curiosa (novelera) insistí, “¿tiene algo?” “De to. Me farta hierro, el colesteró me ha subío en ascensó, la trenzaminasa me ha abajao y encimba me ha dicho el itorrinorinlógolo que tengo las amídalas tan inflamás que me llegan a la póstata”. Miró su número y observó que ya le tocaba, pero debió haber una confusión porque cuando salió la enfermera no anunció su número sino el nombre y apellidos de un crío de unos cinco años, con lo cual el hombre en lugar de protestar suspiró muy hondo comentándome, “menos mal, porque asín estoy otro ratito sin que me metan la abuja por aquí p’a dentro”.
Cuando oímos al chiquillo chillando (a grito pelado, desgañitado), el buen hombre, asustado más que una liebre delante de un galgo, se dijo para sí mismo pero pudiéndole oír, “cobaldes…, mira que hacesle esto a una pobre criatura estos chupasangre…”
Y es que el miedo y el dolor no entienden de ricos y pobres, niños y viejos, porque este recipiente físico llamado cuerpo es como la vida misma: una continua prueba que a veces puede ser mejor que un bono para un masaje oriental y otras un susto peor que el de una báscula parlante. Ay, triste vida, muerte incierta…

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