Artículo publicado hoy martes, 15/11/2016, en el diario La Provincia/DLP


DE TODO UN POCO

Donina Romero

LA CONFESIÓN CATÓLICA

Servidora de ustedes vengo de una familia arraigada de antiguo en la religión católica, y tanto es así que a mi adorado padre tan sólo le quedaban dos años para terminar la carrera de sacerdote, a pesar de que siempre sintió un tilín-tilón por mi madre, a quien conoció siendo niños ambos. En uno de esos veranos en que los seminaristas tomaban las vacaciones, vestidos de paisanos, para enfrentarse con el mundo y sus tentaciones para así estar seguros o no de su vocación y convicción fiel a la fe católica, volvió a ver a mi guapa y alegre madre, y como dicen que los ojos son las ventanas del alma, a mi progenitor se le abrieron como chopas de vivero y una música celestial sonó en sus oídos, mientras un repentino entusiasmo lo abordó tan rápidamente que le saqueó sus ideas religiosas dejándolo en blanco, pero ya decidido a colgar la sotana por ella. Como así fue.

Matrimoniaron ambos en la pequeña iglesia de San Telmo (donde también bautizaron a su prole: dos niños y dos niñas). Fueron felices y comieron perdices. Así es que servidora, viniendo de un padre casi cura, de primas hermanas monjas y primos hermanos sacerdotes, todos por el lado paterno, agradezco profundamente a mis padres que me ayudaran a crecer con valores y actitudes poco materialistas y me introdujeran en el reposo espiritual por medio de la fe y la práctica religiosa, pues no he hallado en mi vida mejor sentimiento de bienestar interior que el camino que me conecta con el Creador. Y unido a ello la confesión, que me parece que es el oxígeno necesario para que nuestro espíritu funcione a pleno rendimiento. En el hogar de mis padres, hacer los primeros viernes de mes toda la familia, con la correspondiente confesión mensual, era tan bonito como una cesta llena de perritos recién nacidos.

Nos dice el diccionario que “confesión es una confidencia, un desahogo o una manifestación de nuestros pecados, y que el perdón de los mismos libera el corazón, lo que constituye un modo de alborozo gratificante y buenas expectativas para la salvación del alma”. Los seres humanos, al igual que los alimentos, también tenemos fecha de caducidad y por lo tanto hemos de estar preparados para que cuando llegue nuestro día no entreguemos a nuestro padre Celestial nuestra ánima morena de pecados como una algarroba. Sí, el acto de la confesión es un maravilloso desahogo que nos desembaula problemas y nos deja mansos como la calma-chicha. Quien no aprovecha esta oportunidad, no sabe lo que se pierde. Y aunque sólo sea de higos a brevas, hay que sacarle tajada (beneficiarse) a tan magnífico regalo. Que tengan un buen día.

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